La hinchazón, la flatulencia, la intolerancia a las grasas, a veces también las náuseas o el ardor de estómago suelen ser síntomas de problemas en el sistema hepático-biliar. La bilis es crucial: sólo con su ayuda podemos digerir bien las grasas ingeridas con los alimentos. Especialmente los ácidos biliares emulsionan las grasas en el medio acuoso del intestino delgado. Sólo entonces se vuelven degradables para las enzimas pancreáticas.
Además, la bilis constituye un importante fluido excretor a través del cual pueden excretarse toxinas y hormonas metabolizadas como el estrógeno y la testosterona. Por lo tanto, desempeña un papel importante en la desintoxicación del organismo. El 90 % de la bilis es transportada desde el intestino de vuelta al hígado. Esto significa que el hígado sólo tiene que volver a producir el 10 % de los ácidos biliares. Si se altera la producción de bilis o su reabsorción por el intestino, pueden producirse problemas digestivos, dolor en el lado derecho bajo la caja torácica o inflamación de la vesícula biliar (normalmente causada por cálculos biliares).