Las toxinas medioambientales son un problema cada vez mayor en nuestro mundo. Sin embargo, puede que las mayores cantidades de toxinas no se ingieran desde el exterior, sino que se producen cada día en nuestros intestinos y metabolismo.
Entre otras muchas toxinas, el metabolismo bacteriano de las proteínas en el intestino grueso produce la toxina amoniacal gaseosa, altamente alcalina. Conocemos el amoníaco procedente de las granjas industriales y los purines resultantes: el amoníaco que contienen es un contaminante atmosférico masivo y responsable de muchas muertes. Pero también se produce en el intestino humano y para el organismo la desintoxicación del amoníaco tiene la máxima prioridad. Esta es una tarea central del hígado y también del riñón.